AGUILAR GARCÍA, JOSÉ ANTONIO
Las películas bajo el calificativo del destape no solo revolucionaron el cine de una época, sino que fueron un auténtico revulsivo para una sociedad hastiada por el franquismo. Erróneamente se han tratado de manera despectiva e incluso algunos de sus protagonistas han querido omitirlas deliberadamente de sus trayectorias. Pocas se han mantenido en la memoria colectiva como referente indiscutible de un cine que fue tan necesario como extravagante y, sobre todo, divertido. Con la perspectiva del tiempo se ha demostrado que todo lo que se rodó en este periodo de nuestra historia reciente nos ayudó a formarnos sexualmente para ser quienes somos hoy en día. Es obligado reconocer que aquel desenfreno tuvo su parte positiva y que las sombras que existieron han quedado obsoletas. Directores, actores y actrices, guionistas? fueron los vértices de este maremágnum sexual y mediático, que supieron sacar partido a una situación que nunca volverá a repetirse porque las condiciones han cambiado demasiado y cualquier parecido con aquellos tiempos es un espejismo involuntario.
El periodista cinematográfico José Aguilar nos ofrece una visión desde la perspectiva de las estrellas que fueron las auténticas artífices de un ejemplo de libertad y apertura a todo un mundo dedicado a los placeres de la carne. Nombre propios como Ana Belén, Bárbara Rey, Amparo Muñoz o Marisol nos ayudaron a desnudarnos sin complejos y nos permitieron decidir qué es lo que más nos gustaba. La valentía de algunas producciones es analizada en un recorrido vertiginoso que nos muestra una lujuria que estaba contenida para satisfacer los deseos de propios y extraños. Un repaso que aporta un enfoque profundo y que sorprende por los secretos revelados con el paso de los años, ahora que, supuestamente, somos más adultos y coherentes con nosotros mismos. No se conformen con menos? merece la pena recordar el pasado sin perder la perspectiva de lo que fue realmente importante? sexo, amor y algunas licencias que en la actualidad parecen, irónicamente, impensables porque nuestro mundo no es tan sincero y visceral como en aquellos instantes cuando el nuevo despertar suponía un comienzo que todos anhelaban.